lunes, 31 de diciembre de 2018

EL DÍA QUE ADÁN Y EVA PECARON


El requisito de los residentes en el reino de Dios es la obediencia. Adán y Eva fueron creados santos y libres. El Todopoeroso creó a un hombre de corazón recto y con libre albedrío. Sólo conocían el Bien y todas sus obras y bendiciones. Del Mal nada sabían y nada debían saborear. No era necesario. Adán estaba prendado de su esposa, que era muy hermosa. Estuvo tanto tiempo sin compañía que el Señor dijo “No es bueno que el hombre esté solo”. Él valoraba y amaba a su bellísima cónyuge, y seguramente la atendía y consentía, y ella de esta manera se puso mimosa e inmodesta. Y en esa vanidad el diablo la atrapó, cuando estaba sola. Su orgullo y engreimiento la llevaron a satisfacer el nuevo y gran antojo que le ofrecía el padre de mentira que era probar el tan mencionado fruto vedado del árbol del bien y del mal que estaba en el centro del huerto. Era el único antojo que le faltaba probar a la presumida y bella Eva, que era la reina del edén. Y Eva fue frontalmente desobediente y probó el fruto prohibido, ilusionada con las promesas del demonio de libertad total y de sabiduría, de sabiduría humana, claro está. Ambos optaron por la transgresión y el descalabro. El ego liquida a cualquiera. El enamorado y embelesado Adán la siguió sin contratiempos ni interpelaciones, como un niño bobo. Vivían felices y benditos en el reino del Bien y el único requisito era no tocar el fruto que los conduciría a la casa central del reino del Mal, encadenados. El árbol era atractivo para los ojos carnales, era codiciable, como las prebendas que entrega este perro mundo con sus maravillosas y temporales y sugerentes luces de colores, que pueden enceguecer a un redimido del Señor descuidado. Y Adán y Eva despertaron y se dieron cuenta de que estaban desnudos, desdichados y condenados, con un terrible pecado original que es nuestra herencia. Intentaron esconderse, inútilmente. El diablo les ofreció ser dioses independientes del Creador y terminaron siendo esclavos apesadumbrados. El pecado original consistió en creerle a la serpiente sus encantadoras garantías y proposiciones. Si el astuto diablo te ofrece construir una vida sin Cristo, prepárate para tu tragedia personal. El humanismo pretende hacer del hombre una pequeña deidad.


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