domingo, 6 de enero de 2019

EL NACIMIENTO VIRGINAL



María fue concebida por obra y gracia del Espíritu Santo (Mateo 1:20) y nace su primogénito Jesús, su primer hijo, sin pecado original. La herencia de Adán se quedó afuera. Por eso el nacimiento virginal ensalza a Cristo. María fue virgen antes, durante y después del parto, y sólo conoció a José (Mateo 1:25), como Adán conoció a Eva (Génesis 4:1), al tiempo después de nacido Jesús. María tuvo relaciones sexuales con su esposo porque fue una esposa judía normal, dando a luz a siete hijos. Ese niño Jesús era Emanuel, el Dios con nosotros, el Unigénito del Padre, el primogénito o primer hijo de María, el Salvador. María le entregó su naturaleza humana y Dios su naturaleza divina, las dos naturalezas indivisibles del Nazareno. La Encarnación une las dos naturalezas en un sentido único y eterno. En Belén se materializa el propósito del Antiguo Testamento, de la profecías (Miqueas 5:2). Ha nacido el Mesías en un pesebre. La humanidad completa ahora tiene un Redentor, nacido de una virgen judía.


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LA ENCARNACIÓN DE DIOS



En un sentido eternalmente único en Jesús habitaban la naturaleza humana y divina. El Salvador era enteramente Dios y enteramente hombre, verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Las dos naturalezas, de manera indivisible, habitaban en el Nazareno. Negar la divinidad de Cristo es negarlo todo, es abrazar el espíritu del anticristo (1 Juan 4:2-3). La virgen María fue concebida por obra y gracia del Espíritu Santo. Ese santo ser que nacería en Belén es Dios, Señor y Salvador.

En el principio era la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, y la Segunda Persona de la Santísima Trinidad era con Dios, era parte del mismo Dios pero no era el Padre Dios, y la Segunda Persona de La Trinidad era Dios. El Verbo divino es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. El Verbo es el amor, poder, pensamiento y carácter de Dios. Todo fue creado por él, a través de él. Y aquel Verbo fue hecho carne, un ser humano, y habitó entre nosotros y vimos su gloria. Es el mismo Dios manifestado en carne. Cuando almorzaba y dormía era humano, cuando resucitaba muertos era divino. María era la madre de la humanidad de Dios, de una humanidad que murió en la cruz por los pecados de la humanidad. María no era la madre de la divinidad de Cristo. Lo que es eterno no puede fallecer, ni nacer. La deidad de Cristo es inmortal, como el Dios mismo que era. La humanidad era la piel que encubría su divinidad. Jesucristo es la imagen visible del Dios invisible (Colosenses 1:15). Las dos naturalezas, la humana y la divina, conformaron una Persona: el Redentor de la humanidad, Jesús de Nazaret. Fue una encarnación. Dios mismo se hizo hombre.


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sábado, 5 de enero de 2019

EL CRISTO IMPECABLE



Sugerir que Cristo pudo pecar es un absurdo. La impecabilidad del Redentor es absoluta. Proponer que Cristo pudo pecar es proponer que Dios pudo pecar. Y eso es insostenible y herético. La virgen María fue concebida por obra y gracia del Espíritu Santo para que el pecado adánico no participara de la Encarnación. Ese niño que nació en un pesebre era Dios, un Dios santo, perfecto e impecable, hecho carne. La deidad y la humanidad de Jesús conformaron una Persona indivisible e impecable. Si Cristo es pecable, Dios es pecable. Nada más absurdo. El Nazareno no podía pecar, jamás pecó. La santidad del Salvador era totalizante, perfecta e invariable, y no había ni siquiera un espacio para eventuales o supuestas impurezas. Señalar que efectivamente Cristo no pecó es cierto, pero incompleto, insuficiente. La Encarnación no modificó el carácter de Dios. Jesús era la imagen visible del Dios invisible. Los redimidos del Señor comprenden y viven la Encarnación, la gloria de Cristo Jesús, los demás se marean. El Cordero de Dios no pecó ni se contaminó, no podía pecar ni se podía contaminar (1 Pedro 1:19). El sacrificio en la cruz fue perfecto. Tenemos salvación.


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viernes, 4 de enero de 2019

LIBROS DEUTEROCANÓNICOS O APÓCRIFOS


Lamentablemente la Iglesia Católica ingresó en el Concilio de Trento , año 1546, al canon de la Escritura los libros deuterocanónicos, de claro perfil pagano e irreverente, para justificar así algunas de sus condenables prácticas que ningún respaldo tienen en la Biblia.

Los libros deuterocanónicos son los siguientes:
-Tobías
-Judit
-1 Macabeos
-2 Macabeos
-Sabiduría de Salomón
-Eclesiástico
-Baruc

De los Libros deuterocanónicos podemos decir.
Al pueblo elegido de Dios le fue confiada la Palabra de Dios, el Antiguo Testamento, y los judíos rechazan los libros apócrifos, esta tardía adición formal de Roma (Romanos 3:2). La Biblia es en sí un libro judío.
Los genuinos libros del Antiguo Testamento fueron escritos por profetas, llenos del Espíritu Santo. Los apócrifos no se presentan a sí mismos como inspirados porque no lo son, no son merecedores de confianza. Relatan cuentos disparatados, poseen contradicciones y errores históricos y teológicos groseros, entre otros. Toleran la mentira, niegan el creacionismo.
Judit 9:3 aprueba la mentira de parte de Dios, el engaño.
Jesús y sus apóstoles jamás citaron estos libros, porque no son santos, sí citaron casi todo el Antiguo Testamento.
En Tobías se usan las agallas de un pez bendecido como método de sanación. Dios aborrece la curandería, la magia. El que perdona y sana es el Señor (Salmo 103:3).
En el libro de Macabeos se reconoce la posibilidad de que sean “imperfectos y mediocres”. Lo que queda claro que no son inspirados, ni dignos de ser canonizados. En los deueterocanónicos no hay expresiones reveladas por el Señor.
El Libro de Baruc consigna profecías falsas (Baruc 6:2).
Tobías 12:9 indica de manera insolente: “"La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Los limosneros tendrán larga vida.”. La santa cruz nos libra de la muerte y el Espíritu Santo es quien nos purifica.
2 Macabeos 12:42 "y rezaron al Señor para que perdonara totalmente ese pecado a sus compañeros muertos". Los apócrifos toleran la oración por los difuntos, doctrina muy conveniente para el idólatra Vaticano.

RESUMEN

Cualquier lector sensato determina rápidamente que los textos en sí delatan a los libros deuterocanónicos. Son libros terrenales, contradictorios, idólatras, groseros. No poseen ninguna característica que los eleve a la categoría de canónicos. No son confiables de punta a cabo. En cambio la Palabra de Dios es perfecta, infalible, santa y poderosa. Los apócrifos son una mancha más en la Biblia católica, en Roma.


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videos explicativos.
https://www.youtube.com/watch?v=8YRw40kpgJg


https://www.youtube.com/watch?v=bZL3wa7reMg


https://www.youtube.com/watch?v=y5G_5fEROEY


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